Odio pasar frente a espejos cuando está oscuro. Me da la sensación de que me observan a través de ellos. Como si trataran de llevarme a un lugar que no existe. Por eso no paso frente a espejos en las noches, tampoco dejo ninguno apuntándome al dormir.
Siempre he sido una chica muy supersticiosa; si hay algo que me intranquiliza no lo puedo ignorar. La otra vez se me partieron 3 ganchos de pelo en menos de 3 semanas, así que dejé de usarlos por un mes entero por miedo a que fuese una señal.
Toco madera con urgencia para deshacer los comentarios que pueden traer desgracias, y cruzo los dedos si deseo con mucha fuerza que algo suceda. Limpio antes de año nuevo, uso una pulsera roja con el símbolo de San Benito cuando quiero sentirme tranquila, y uso un collar con dije de Jesús cuando tengo algo importante por asistir.
Evito todo lo posible que la escoba toque mis pies, porque me quiero casar, si creo ver augurios les hago caso, y le he pedido a mi mejor amiga que se eche perfume en el pie para conseguir pareja (pero no me hace caso).
Son las 4 AM y no debería seguir despierta, pero eso será problema para mañana. Pasé frente a un espejo y sentí la necesidad privativa de luz, así que tomé mi celular y activé la linterna. Me di cuenta que es más difícil reconocer el propio reflejo en la noche que en el día.
Aunque la verdad es que siempre he tenido una dificultad para asimilar mi imagen. Si veo fotos no siento una conexión al rostro que veo, y si son videos se sienten aún más ajenos. Siempre supuse que era algo normal, creo que es normal.
Las personas tienen problemas para creer que en algún momento gozaron de esa inocencia inherente de los niños, y por eso no se reconocen al instante. El mundo tiene dos lados que no podemos ignorar, pero el más ruidoso siempre es el más desesperanzador, y creo que es parte de lo que nos arrebata esa felicidad tan sencilla que nos pertenece de pequeños.
Aún así, incluso si lloro y me deshago y mi cabeza grita que cualquier cosa es mejor a estar viva, creo que este planeta tiene muchas cosas hermosas. Tan solo ver como la luz del atardecer se cuela por entre las hojas de un árbol, escuchar una melodía cantada por el viento, o deslizar la mano por un barandal al pasar por una escalera.
Si vemos aquellas cosas cotidianas que usualmente ignoramos podremos encontrar belleza. Quizás ahí se encuentran las verdaderas señales, esas que nos alientan a poner un pie frente al otro hasta en los días que sentimos sin rumbo o razón. Quizás ahí hallaremos el amor que tanto buscamos.